Ahora, que recién acaban los carnavales, me pongo a hablar de este artículo, las máscaras, pero no de aquellas que nos convierten físicamente en monstruos, Merilines o Hadas que van echando mil polvitos mágicos (pervertidos,…) quisiera centrarme en las otras, las malas, las crueles, las que a veces nos hacen convertirnos en auténticos Shrek’s.
Las máscaras son un recurso al que al fin y al cabo todos recurrimos para conservar impoluto nuestro frágil y sensible corazón. Las hay que te ponen un muelle en los labios para que siempre estés sonriendo aunque por dentro estés hecho pedazos, generalmente esta la usamos para que no le afecte tu estado anímico a la gente que realmente quieres. Otras son las del imperturbable hombre de hielo y no hablo de F1, que nosotras los coches los queremos seguros, descapotables y a ser posible de color rosa (es broma, la mayoría no somos tan horteras o no tenemos los fondos necesarios, de momento,… xD), si no que hablo del “a mí me da igual todo” (pufff cuanto nos engañamos), … y así podríamos estar describiendo hasta 20.000 pero las dos que más afectan a nuestro colectivo son dos: la del “yo soy un MachoMen y no entiendo porque hay tanto aceite en mi habitación”, o sea, la típica del chico armarizado que siempre anda con miedo, sin poder ser feliz. Y el extremo totalmente opuesto, aquel mariquita plumoso, que disfraza su tristeza de alegría desmedida y aceite por doquier.
Quien quiera que acepte esta propuesta: Quitémonos las máscaras, seamos como somos, pues sin riesgo no se gana, esto es como el sexo anal, un poco de dolor (muy muy poco vale superpasivas) y un intenso placer después.
Un beso de La Tita
P.D.: Er!de ya??? xD
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